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EDUCACIÓN DEL SIGLO XXI?


En lo que va del año, hemos sido bombardeados con los resultados negativos que han conseguido algunos de los actores de nuestro sistema educativo. Desde el escaso 33% de respuestas correctas en matemáticas de nuestros estudiantes de pedagogía básica en la prueba Inicia, al más reciente balance en el SIMCE, donde el 62% de los niños de octavo básico sólo alcanza el nivel de un niño de sexto básico, nuevamente, en matemáticas, la conclusión no puede ser más que la de una educación enferma. A pesar de las cifras, esto no agrega nueva información.

Sin embargo, la educación en Chile no está enferma. Es imposible que algo -sea cual sea el carácter de ese algo- se degrade o esté en malas condiciones si no está presente.

En nuestro país la educación no es tal. Lo que impera es una ingeniería educativa, única fuente de retroalimentación del sistema escolar. En ella se emplean estadísticas rimbombantes para dar cuenta de una realidad escolar que, no hay ninguna duda, padece de serios problemas. Nuevamente, nada nuevo bajo el sol.

Lo que (no) dicen las estadísticas porcentuales de una media

Las construcciones porcentuales pueden señalarnos, por ejemplo, que de cada 100 niños de vo básico tan solo 38 tienen conocimientos en matemáticas acordes a su nivel educativo, lo que representa el 38% del universo medido. ¿Cuál es la relación de este 38 con la realidad empírica? Ninguna. En la media de un grupo no existe ni Juan Pérez, ni Titi Irribarren.

Si los individuos del grupo se diluyen en la media, no podemos saber si gracias a 10 de los 100 que obtuvieron todas las respuestas correctas la media fue mejor o si debido a 10 que no respondieron nada la media se desplomó. Tampoco predicen que pasará mañana con Pedrito, que no formaba parte del grupo del estudio en cuestión por estar enfermo; no sabemos si él formará parte de quienes manejan los contenidos de matemáticas de octavo o de cuarto básico. No podemos saber quién o quiénes necesitan nuevas estrategias de enseñanza o reforzamiento de los contenidos.

En suma esencia, con el empleo incansable de estadísticas porcentuales y el cálculo de las medias, no se aspira más que a constatar desde lejos el campo minado, sin comprender lo que pasa en la realidad, por qué acontece de este modo y no de otro y cómo superar los problemas.

De la ingeniería educativa a la educación

No hay ninguna duda de que estos tipos de medición guían políticas de la practicidad, del tipo construir 50 liceos de excelencia, premiar a los 120 colegios con mejores resultados en el SIMCE o inaugurar la escuela modular más grande de Chile, pero estas resoluciones no son más que una labor de maquillaje, una anécdota.

En el discurso presidencial del 21 de mayo pasado, me pareció que el protagonismo del tema educativo daba señales claras de una voluntad política en la materia. El apoyo enfático y el entusiasmo del Ministro de Educación hacían prever que, más allá de nuestras aprehensiones político-partidistas, se podía abrir paso a algo nuevo.

Lo cierto es que, hasta la fecha, se sigue alimentando la tecnocracia que sostiene y estructura este modelo que ya ha fracasado y que seguirá fracasando si no generamos un cambio. La ingeniería educativa seguirá su reinado si no aspiramos a pasar de los números a los fenómenos y si no reducimos las estadísticas a lo que deben ser: ni más ni menos que una primera aproximación para estudios más profundos.

Necesitamos detalles, localizar los focos problemáticos, auxiliar a los más desvalidos, recontextualizar y replicar los modelos exitosos, perfeccionar a los docentes directivos y a los profesores de acuerdo a las dificultades concretas de su práctica pedagógica, implicar a los apoderados, en síntesis, movilizar a todo el país para (re)fundar nuestra educación.

Parte de este trabajo ya está hecho (educación2020), pero no ha sido escuchado con la seriedad que se debería o, simplemente, no se ha tomado en cuenta. Recuperar el rumbo del sistema educativo no requiere de más datos; requiere, sobre todo, de voluntad de trabajo conjunto y de estrategias para encontrar respuestas que nos ayuden a avanzar hacia el reencuentro de lo que, en estos tiempos, sólo es un mito: la tan anhelada educación de calidad.

Análisis SIMCE 2010

Una vez más los resultados de SIMCE 2010 vuelven a poner sobre la palestra y el acento agudizado que la situación de la educación que reciben los niños y niñas de Chile, en todos los colegios de Arica a Tierra del Fuego NO ES DE LAS MEJORES. Con las cifras sobre la mesa, las posibilidades de análisis son muchas pero entre las claves de aportadas por las cifras, la focalización de los recursos en estrategia de aprendizajes muy precisas parece ser un tema a destacar. Así lo dice la experiencia de profesores de colegios municipalizados, particulares subvencionados y particulares pagados, han celebrado esta semana resultados de más de 300 puntos en las pruebas de Lenguaje y Matemáticas. Sus conclusiones, avalan desde la práctica en el aula los estudios internacionales, son coincidentes: se requiere planificar las clases en base al programa anual; es responsabilidad del profesor lograr aprendizajes en todos los alumnos y no sólo en los más aventajados; se requiere hacer seguimiento del alumno de curso a curso y; sobre todo, es fundamental el compromiso integral de la escuela en concentrar esfuerzos que van desde el Director, a la sala de clase, pasando por el jefe técnico y la activa participación de padres y apoderados.

PD: También es importante estimados colegas dar una lucha por la disminución de la presencia del profesor en AULA; experiencias exitosas indican que un docente no debiese pasar más de un 60% de su jornada laboral frente a los alumnos; el resto del tiempo se debe ocupar en planificar, estudiar y observar practicas exitosas de sus pares.

“La Chimba” Contexto Histórico


Preámbulo

El “proceso de independencia de Chile” (1810-1823) tiene tantas aristas como actores y situaciones posee un suceso histórico de ésta naturaleza y envergadura; en su análisis se han explotado los tópicos políticos y económicos dotándolos de un significado casi absoluto, obviamente, los actores principales aquí pertenecen a una “elite” aristocrática políticamente dominante e influyente en el Estado, económicamente pudiente y moralmente recta; este enfoque desvalorizo la trascendencia de los actores y espacios más populares, ello debido a que se pensaba que la cotidianidad en la cuál vivían era “bárbara” e inocua en términos de trascendencia histórica, no se concebía como actores relevantes. Su gravitación, sin embargo, hoy no queda en entre dicho ya que hay pruebas contundentes de su participación en el derrocamiento del Estado Imperial Español, su impulso hacia la auto-determinación ha dejado sus consecuencias sociales y culturales que han hacho de nuestra República lo que somos.

La Chimba, en este sentido como miniserie recoge de forma asociada los escenarios y actores históricos antes descritos, los cuales de forma conjunta potencian aquel imaginario colectivo que es el alcanzar la “independencia”.

Cronológicamente la historia se desarrolla entre el Desastre de Rancagua (1814) y la Batalla de Maipú (1818), con ello se comienza a cimentar nuestra independencia nacional. Durante este periodo se irá desenvolviendo la historia a través de personajes comunes y relevantes, que pasaran por la Chimba, tales como los hermanos Carreras, Manuel Rodríguez, O”higgins, aquí también se darán sita las fuerzas realistas quienes ocupaban este espacio como un punto de reunión social en donde departían junto a sus camaradas de armas; este se transformara en un punto neurálgico en el desarrollo de las acciones; aquí se daban cita tanto las fuerzas realistas como las independentistas.

Asume aquí un protagonismo en la ilación del proceso, escenarios pocos convencionales y personajes comunes envueltos o llevados por las circunstancias de la vida, pero asumiendo cada uno su lugar a partir de la visión de mundo en la cual se ha desenvuelto cada cual, he hay la validez de este proyecto, de unir -como en la vida real- la alta y la baja sociedad, las intrigas, los dobles estándar, dilemas morales, la seducción, la traición, etc. todo aquello como se construye, crece y se desarrolla un proceso histórico, que en este es la “Independencia de Chile”.

Antecedentes y causas del proceso de “autodeterminación”

El paso de un gobierno monárquico a uno representativo autónomo criollo planteo para una parte de la población -la gobernante- que ocupaba el territorio de la Capitanía General un hecho muy traumático, en este nuevo escenario la aristocracia más fiel a la corona se sentía desprovista y huérfana ya que cortaba un cordón umbilical que había durado trescientos años y que le había brindado la suficiente protección; ellos se sentían cómodos en el papel de subordinación a la corono española.

En tanto otro sector de la sociedad -pero también aristocrático- creía que la coyuntura provocada por la captura del Rey en España (1808) a manos de las fuerzas napoleónicas era el acicate justo y necesario para demostrar la madurez y lealtad de las colonias americanas y establecer gobiernos locales con independencia de España.

Básicamente es en este periodo neurálgico (1808 - 1814) en donde se comienzan a articular diversos factores que llevaron a la independencia de las colonias americanas y en ella la de Chile.

Entre las causas que más se esgrimen y que más peso tienen para el desarrollo de la idea de nacionalización del poder derivan de la relación de inferioridad en que estaban las colonias con respecto a España, de donde nacían el despotismo del gobierno español, el control de las ideas –solo algunos tenían acceso a una educación de primer nivel y esta era obviamente dada en Europa-, la incultura en que se mantenían a las colonias y la deficiente administración de la justicia. Ahora si observamos con más detención nos daremos cuenta que estas variables no bastan de por si, ello debido a que en las colonias la obediencia y subordinación derivaban del respeto, casi religioso, que se sentía por el derecho tradicional de los reyes de España, lo cual sirvió para ostentar durante tres siglos su dominación. A esta situación se acomodaba perfectamente la aristocracia, la única fuerza organizada que podría pretender un cambio del modelo político.

Las ideas fuerza

Hacia fines del siglo xviii se difundieron en América, a pesar de las restricciones, las ideas políticas del movimiento ilustrado europeo, entre los autores se cuenta a Voltaire y Montesquieu –una parte importante de los próceres de América tuvieron acceso a estas ideas gracias a su traslado y educación en Europa (Inglaterra, Francia o España). Entre las ideas que ventilaban estos teóricos políticos se contaba el favorecer la lucha contra las monarquías absolutas que no aceptaban otorgarle participación a sus súbditos en los asuntos públicos. Es decir, solo el monarca y su corte de asesores resolvían los problemas que comprometían al conjunto de la sociedad.

La praxis de estas ideas se ponen de manifiesto -y, por consiguiente adquieren un sentido concreto- con la independencia de las trece colonias inglesas asentadas en América del norte y su organización como república independiente en 1776, dando origen a los Estados Unidos de América; es con este hecho que las ideas ilustradas se ponen de relieve y causan un gran impacto en todo el resto del continente, ello pone en evidencia la posibilidad concreta de autodeterminación de las colonias.

Las ideas revolucionarias ponían en peligro el sistema monárquico, por eso las autoridades españolas trataron de evitar que fueran conocidas por los criollos. Sin embargo, la internación clandestina de libros -por aristócratas que habían accedido a una educación de elite fuera del continente- las conversaciones con extranjeros, reuniones secretas de instigadores permitieron que estas ideas fuerzas se propagaran entre un sector mayor de criollos facilitando así la multiplicación y aceleración de un convencimiento independentista.

Bosquejo Social de Comienzos del Siglo XIX.

La estructura social de Chile hacia fines de la Colonia (siglo XVIII) y comienzos del Proceso de Independencia (siglo XIX) era muy básica. En la cúspide de la pirámide social estaba la “aristocracia” que era un grupo social cohesionado y homogéneo, estaba investido de prestigio social y poder económico, era sin lugar a dudas la clase dirigente, los conductores de la sociedad. Ellos estaban investidos de un gran prestigio. Sin embargo estos a su vez se podían diferenciar por su procedencia natalicia la cual podía ser peninsular (nacido en España) o criolla (nacido en América), “de las filas de la aristocracia criolla era de donde se había de sacar más tarde la directiva de la revolución chilena” (Simon Collier). Luego en términos de jerarquía social estaba una vasta “clase baja” que básicamente dependía de la primera para su subsistencia y en excepcionales casos trabajaban sus escasas tierras de donde obtenían productos que luego comercializaban, estos, obviamente sólo le aseguraban una existencia precaria. Si bien es cierto que existía una cantidad de población con oficios o profesiones (soldados, comerciantes, burócratas, abogados, parceleros medianos) no alcanzaba a constituir un tejido social que diera para una denominación de “clase media”, además está intentaba mimetizarse forzadamente con aquellos que tenían el control, aunque claramente no poseían el nivel para aquello. Este grupo señala S. Collier: "parece haber abundado en aspiraciones aristocráticas y no puede considerarse una tercera fuerza potencial”.

Es preciso consignar, que la aristocracia es básicamente terrateniente, su poder social, económico y político se sustenta en una estructura agraria (Gabriel Salazar); por ello es que casi el 80% de la población del país era considerada hacia mediados del siglo xviii como rural.